Ley vs. Libre Voluntad

>> sábado, 11 de abril de 2009

En muchas tradiciones filosóficas y religiosas se predica que la ley humana fundamental es la libre voluntad. Pero esa libre voluntad ha sido limitada sistemáticamente por un sinnúmero de razones entre las que destacan las visiones que sobre la convivencia social y humana conciben aquellos grupos que han logrado tomar en sus manos los timones de las sociedades.

Las pequeñas historias de como esos grupos se han encumbrado son quizá las grandes ausentes de la historia, son aquellas partes que se borran sistemáticamente por las necesidades de los mismos timoneles de permanecer en sus posiciones privilegiadas y el tema se ha prestado a miles de especulaciones en todos los ámbitos de análisis social, político y filosófico. Independientemente de las especulaciones, se puede ver claramente que el gran logro de nuestros conductores sociales siempre ha sido “vender” a sus conducidos la idea de que se deben contentar con vivir dentro de un rango de opciones aceptables y que todas las opciones que se salgan de este rango son peligrosas, amenazan la vida, te llevan a pasar el resto la eternidad en el infierno o conllevan consecuencias que no eres capaz de asumir.

La primera limitación de opciones a la libertad es, en este sentido, el genial invento de las leyes. La esencia de una ley es que si el grupo dirigente no sabe cómo resolver o controlar algo inventa una ley para solucionar el asunto. Las leyes son las primeras limitantes de opciones. El argumento de los controladores es que la ausencia de leyes automáticamente conllevaría al caos, pero basta con observar atentamente a la vida en la naturaleza para darnos cuenta que esto es una falacia.

Los científicos actuales están llegando aceleradamente a la conclusión de que el orden (visto como lo contrario del caos), más que una constante, es un estado de excepción en el universo. Lo interesante es entonces que solamente en el caos, donde efectivamente existe una presencia ilimitada de opciones existiría la libertad. La gran pregunta que se deriva de esto es si se puede concebir la vida humana con una ausencia completa de leyes y a donde nos llevaría una comunidad humana de este tipo.

Es curioso y contradictorio ver que entre los formatos de sociedades actualmente existentes aquellas que se jactan de ser más libres, son al mismo tiempo aquellas que tienen más población encarcelada. Un ejemplo de esto son los Estados Unidos. La palabra “libertad” en el discurso político oficial estadounidense es tan omnipresente como la palabra “Dios” en la Biblia. Al mismo tiempo cuentan con el código legal más complejo del mundo y con el sistema carcelario de más población, una población que por cierto en su mayoría proviene de los grupos marginados que coexisten en el complejo interior social de ese país y en cuyo seno prehistórico nació el concepto de la libertad en primera instancia. Esto, evidentemente, no obedece, como se nos predica, a que son el país con más recursos para mantener prisiones, sino a que hay más opciones de leyes limitantes que se pueden infringir y un gran aparato policiaco que persigue a los infractores -de ser necesario incluso en los valles remotos de Afganistán o en las villas de lujo de Bagdad.

Las leyes, al representar restricciones o faltas de opción, y eso nos lo puede constatar cada psicólogo infantil o cada educador, conllevan el atractivo de ser violadas. Parece que es un impulso innato del ser humano comprobar si aquello que está limitado por una ley, efectivamente acarrea las consecuencias que la misma ley pregona.

Por el otro lado, la evolución de la civilización humana fue posible gracias a que una y otra vez se rompieron, expandieron o restablecieron las leyes imperantes.

Como ejemplo podríamos citar el uso del fuego. A los niños, una y otra vez se les predica que “jugar con fuego” es sumamente peligroso. Parece que les decimos que la ley del fuego es la ley del peligro. Pero, poco a poco, el niño va descubriendo que “no es para tanto.” El niño Edison descubrió ya adulto que un fuego controlado dentro de una bombilla al vacío puede brindar la luz que se necesita para alumbrar las noches. El niño Benz descubrió que un fuego controlado en el interior de una caja de pistones móviles puede impulsar y transportar al mundo. ¿Será entonces que el uso del fuego implica una ley o implica escoger aquellas opciones de uso del fuego que se pueden manejar de forma responsable y que el mismo fuego ofrece de forma prácticamente ilimitada? O, dicho de otra forma ¿El fuego tiene implícitas unas leyes o son los humanos quienes se las imponemos, al ser incapaces de manejar o comprender todas sus ilimitadas opciones?

Las leyes, todas las leyes, en este sentido son una “nostalgia de orden,” de un orden que, insisto, en realidad es, o bien un estado de excepción o bien algo inexistente en el universo. Las leyes, en todos los sentidos limitan nuestras opciones y por lo tanto limitan la libertad. Justificar su existencia de forma científica, ética, moral, religiosa o de cualquier otra manera es aceptar que el ser humano jamás puede ser libre.

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